lunes, 9 de agosto de 2010

Los elementos, la vida y los sueños

En el principio de los tiempos una porción de energía cósmica cercana al sol se condensa y empieza a girar sobre sí misma, para que la luz del sol la alimente en toda su superficie. Su rotación organiza las energías y las polariza a lo largo de su eje. Muchos siglos después, el Gran Chamán, padre de todos los chamanes, en una larga noche de invierno, contempla y siente la estrella fija sobre uno de esos polos y la llama Estrella del Norte. En otras noches contempla y siente en el otro extremo del cielo, cuatro estrellas que siempre señalan ese sitio y las llama Estrellas del Sur. Los cazadores aprenden a llegar a su casa guiándose por la Estrella del Norte y las Estrellas del Sur. El Gran Chamán ve que es bueno darle nombre a los sitios para saber por donde salir y llegar y llama Este al sitio por donde el sol muestra sus primeros resplandores y Oeste al sitio que se llena de rojos y anaranjados antes de retirarse a su descanso nocturno.

El Gran Chamán escucha la voz del sol y prende el fuego. Más tarde toma fuego y tiende su mano hacia el Este. Ve que el Este es la dirección de lo nuevo, de los comienzos y del nacimiento. El Gran Chamán dice con potente voz: “Este es el elemento de la iluminación que nos permite ver, nos purifica, nos da vida y salud. El fuego nos trae el poder de la energía del universo, crea en nosotros la pasión y nos da fuerza para conseguir el alimento. Fuego es mi espíritu”. Y entregó el fuego a los hombres de la tribu. Desde entonces el fuego se asocia con lo masculino.
El Gran Chamán da la espalda a los hombres, ve a las mujeres en la dirección del Sur bajo la luz de la luna y siente que en el Sur y en la mujer está el fruto y su crecimiento. Siente que la mujer recibe la simiente y la acoge para que viva. El Gran Chamán estira la mano hacia el Sur, toma agua y dice con voz potente: “Este es el elemento que alimenta la vida, que la hace crecer y dar fruto. Agua es mi sangre. Este es el elemento que contiene las emociones y los sentimientos. Y entrega el agua a las mujeres de la tribu. Desde entonces el agua se asocia con lo femenino.
El Gran Chamán, ancestro de todos los chamanes, suspira profundo y deja que el aire llene sus pulmones. El aire está tibio de sol y húmedo de agua. El Gran Chamán siente que el aire le renueva, le da conocimiento y sabiduría. Mira hacia el Norte, extiende su mano al viento, toma aire y dice con voz potente: “Aire es mi aliento. Aire es el elemento de la palabra y la melodía musical, del arco iris y el perfume de las plantas. Aire es el elemento en que fluye el pensamiento, flotan las ideas y alimenta la poesía”. Y sopla con fuerza el aire hasta mezclarlo con la tibia luz del sol del amanecer. Desde entonces el aire se asocia con lo femenino de lo masculino.

El Gran Chamán se recuesta para descansar y escarba con su mano en el suelo hasta llenarla de tierra. La tierra está húmeda de agua y tibia de sol. El Gran Chamán sabe que la tierra produce la cosecha, recompensa el trabajo y madura los frutos. Tiende su mano llena de tierra hacia el Oeste y dice con voz potente: “Este es el elemento de lo oculto, el misterio y el secreto. Es el elemento de lo interno y lo oscuro, de lo que no se ve con los ojos. En la tierra muere la semilla para nacer en planta, luego de llenarse de sol, agua y viento. En la tierra se forman los cuerpos y se produce el cambio y el crecimiento de la vida.” Desde entonces la tierra se asocia con lo masculino de lo femenino.

A lo largo del día y de los días el Gran Chamán incita a los hombres y a las mujeres para que mezclen los cuatro elementos y de las manos de los hombres y de las mujeres aparecen formas y seres diversos. Desde los más simples hasta los más complejos. Se crea así la música y la poesía, los hijos y los nietos. Aparecen la agricultura y los instrumentos de labranza. Se moldea el cobre y se funde el bronce. El Gran Chamán se alegra porque de la mano de las mujeres y de los hombres los cuatro elementos se mueven, se transmutan y crecen. El Gran Chamán inventó la danza y los tambores para animar la tarde antes de la noche en que todos descansan.

Finalmente, en la noche de todos los tiempos, el Gran Chamán sueña y en el sueño imagina los dioses, dioses del agua y del volcán, de la gruta y el océano, de las tormentas y el viento, de las estrellas y el cielo. En la noche antes del amanecer, el Gran Chamán, sopla viento con soplo potente y siembra dioses en el corazón de cada uno de los hombres y mujeres, de las mujeres y hombres de toda la tribu. Les da forma con tierra húmeda de sueños, los calienta con fuego en la noche, con sol en la mañana y les da voz que susurra en cada uno de los hombres y mujeres, de las mujeres y los hombres: “Carne mi tierra, agua mi sangre, aire mi aliento y fuego mi espíritu”.

lunes, 13 de abril de 2009

La Amazonía recobrada: de chamanes y ciencia

Richard Evans Schultes: La Amazonía recobrada

La biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República expone en su sede de Bogotá, Colombia, La Amazonía perdida: el viaje fotográfico de Richard Evan Schultes, de marzo 11 a mayo 4 de 2009, misma que ya había estado en Leticia, Amazonas, del 15 de enero al 23 de febrero de este mismo año.

El conocimiento etnobotánico del mundo amazónico que tiene occidente se le debe en buena medida al trabajo prolijo y riguroso de Richard Evans Schultes. Norteamericano de abuelos prusianos, estudiante de Harvard, dedicó catorce años de su trabajo a la exploración de esta vasta zona, mostrándonos su rica variedad. Tal vez el aporte más importante fue incorporar a la ciencia parte del conocimiento ancestral chamánico, al reportar la existencia de plantas y hongos que los habitantes de esa región usaban con fines medicinales, entre los cuales se destacan los que tienen propiedades psicotrópicas y enteogénicas. En este último campo realizó un barrido etnobotánico que amplia su campo de presentación a plantas sagradas de todos los continentes y que publicara en colaboración con otro de los grandes de este conocimiento, Alberto Hofmann, al que titularon acertadamente Plantas de los dioses: orígenes del uso de los alucinógenos.


La edición original de 1979 ha sido revisada por el etnofarmacólogo Christian Rälsch y publicada en nueva edición en castellano por el Fondo de Cultura Económica de México en el 2000. El revisor de esta edición, la presenta con estas palabras: “Cuando el libro Plantas de los dioses se publicó, marcó un hito en la etnobotánica y la etnofarmacología. El libro ha impresionado, inspirado y motivado a realizar sus propios estudios a numerosos investigadores jóvenes en todo el mundo, lo que ha resultado en gran cantidad de conocimientos nuevos acerca de las «plantas de los dioses»: se aclararon muchas dudas sobre los efectos y sustancias de las plantas psicoactivas. Procuré incorporar las nuevas informaciones a este libro de manera que no perdiera su carácter original y de que, por otro lado, reflejara el estado actual de los conocimientos. Espero que las «plantas de los dioses» sigan conservando su lugar en nuestro mundo y lleguen a las personas interesadas en los sagrado de la naturaleza”.

Schultes poseía «ojo taxonómico», habilidad que desarrolló desde la niñez en la granja de uno de sus tíos donde se dedicaba a colectar hojas de plantas que identificaba en una guía que su tío le prestaba. Esta habilidad le permitía detectar de una sola mirada las plantas que encontraba. El toxicólogo Bo Holmsted relata una anécdota interesante al respecto. Durante el despegue de una avinoneta en la que viajaba con Schultes, al despegar casi se estrella contra los árboles vecinos. Mientras Holmsted “contenía el aliento presa del miedo” y mientras la avioneta daba tumbos, Schultes se mostraba feliz pues había divisado una nueva especie de Cecropia.

El botánico Richard Spruce, explorador durante catorce años de la amazonía le sirvió de inspirador y modelo para sus investigaciones. Otro botánico, Oaks Ames, orientó y animó a Schultes en Harvard para investigar las plantas psicotrópicas. Schultes ya había sido atrapado por estas plantas desde estudiante cuando encontró un tratado sobre el peyote (Lophophora williamsii), planta sagrada de los indios huicholes. Por ese camino realizó su tesis de doctorado sobre la flora del noreste de Oaxaca. En su trabajo de campo tuvo contacto con el teonanacatl, el hongo sagrado de María Sabina, y en sus exploraciones dedicó atención al ololiuqui (Rivea corymbosa, Convolvulaceae), bejuco mexicano, enteógeno tradicional de la región de Oaxaca. Con estos estudios, Schultes fue precursor de Gordon Wasson y Alberto Hofmann, a los cuales sirvió de fuente de información para sus estudios sobre los hongos enteogénicos de México, en especial los Psilocybe y Stropharia, a los cuales dedica un capítulo en este libro con el sugerente título de «las florecillas de los dioses».

En 1941 Schultes llega a Colombia para investigar el curare de los indígenas amazónicos. Allí lo sorprendió la Segunda Guerra Mundial, por lo que el Gobierno de los Estados Unidos le encomendó la tarea de estudiar el caucho, como alternativa al desabastecimiento de esa materia prima que se importaba de Asia. En ese plan, no solo se volvió experto en hule, sino que clasificó más de 24.000 especies de plantas. Con Schultes, la amazonía se reveló al mundo como el equivalente macro de la farmacia herbolaria casera, pues destacó el potencial médico de plantas ancestralmente medicinales como la coca y la ayahuasca (yagé). Su convivencia por largos períodos con poblaciones indígenas le permitió explorar el uso ritual de plantas psicotrópicas, con un absoluto respeto por el conocimiento de los chamanes locales, en muchos de los cuales él mismo participó.

La divulgación de sus estudios convirtió a Richard Evans Schultes en autoridad mundial de las plantas sagradas, aunque a veces fuera acusado de estar contribuyendo al «daño» que estas sustancias causaban a los jóvenes norteamericanos, hasta llegar a que su libro “Plantas de los dioses” fuera prohibido en algún jardín botánico, cuando su interés era el único posible y válido en estos casos: ofrecer información científica sobre características y propiedades de estas plantas importantes en la vida cultural y religiosa de muchos pueblos, de modo que las personas bien informadas puedan ejercer el derecho, en su libre albedrío, de consumir o no la rica variedad de especies vegetales que la vida regala a los humanos.

El prefacio del libro destaca en forma sencilla pero vigorosa, el papel de las plantas en la circulación de la energía del sol por los escenarios de la vida. Dicho prefacio dice: “Las primeras formas de vida en la Tierra fueron de tipo vegetal. Las plantas fueron la base para el desarrollo de formas de vida superiores, del reino animal y finalmente del ser humano. La cubierta verde de la Tierra tiene una relación maravillosa con el sol: absorbe los rayos solares para sintetizar compuestos orgánicos que son los materiales básicos de los organismos vegetales y animales. De esta manera la energía solar fluye hacia la Tierra y es almacenada en la materia vegetal en forma de energía química, fuente de todos los procesos vitales. Así, el reino vegetal no solo provee los alimentos para desarrollar nuestro organismo y las calorías para cubrir nuestras necesidades energéticas, sino también las vitaminas esenciales para regular el metabolismo y muchos principios activos empleados en los medicamentos.

La íntima relación entre el mundo vegetal y el organismo humano se manifiesta en particular en que algunas plantas producen sustancias que pueden influir en las profundidades de la mente y del espíritu del hombre. Los efectos maravillosos, inexplicables y hasta pavorosos de estas plantas aclaran lo importante que fueron en la vida religiosa de las culturas antiguas y la veneración como drogas mágicas y sagradas con que son tratadas aún por ciertos grupos nativos que han conservado sus tradiciones. Este libro de ocupa de dichas plantas”.

viernes, 3 de abril de 2009