En el principio de los tiempos una porción de energía cósmica cercana al sol se condensa y empieza a girar sobre sí misma, para que la luz del sol la alimente en toda su superficie. Su rotación organiza las energías y las polariza a lo largo de su eje. Muchos siglos después, el Gran Chamán, padre de todos los chamanes, en una larga noche de invierno, contempla y siente la estrella fija sobre uno de esos polos y la llama Estrella del Norte. En otras noches contempla y siente en el otro extremo del cielo, cuatro estrellas que siempre señalan ese sitio y las llama Estrellas del Sur. Los cazadores aprenden a llegar a su casa guiándose por la Estrella del Norte y las Estrellas del Sur. El Gran Chamán ve que es bueno darle nombre a los sitios para saber por donde salir y llegar y llama Este al sitio por donde el sol muestra sus primeros resplandores y Oeste al sitio que se llena de rojos y anaranjados antes de retirarse a su descanso nocturno.
El Gran Chamán escucha la voz del sol y prende el fuego. Más tarde toma fuego y tiende su mano hacia el Este. Ve que el Este es la dirección de lo nuevo, de los comienzos y del nacimiento. El Gran Chamán dice con potente voz: “Este es el elemento de la iluminación que nos permite ver, nos purifica, nos da vida y salud. El fuego nos trae el poder de la energía del universo, crea en nosotros la pasión y nos da fuerza para conseguir el alimento. Fuego es mi espíritu”. Y entregó el fuego a los hombres de la tribu. Desde entonces el fuego se asocia con lo masculino.
El Gran Chamán da la espalda a los hombres, ve a las mujeres en la dirección del Sur bajo la luz de la luna y siente que en el Sur y en la mujer está el fruto y su crecimiento. Siente que la mujer recibe la simiente y la acoge para que viva. El Gran Chamán estira la mano hacia el Sur, toma agua y dice con voz potente: “Este es el elemento que alimenta la vida, que la hace crecer y dar fruto. Agua es mi sangre. Este es el elemento que contiene las emociones y los sentimientos. Y entrega el agua a las mujeres de la tribu. Desde entonces el agua se asocia con lo femenino.El Gran Chamán, ancestro de todos los chamanes, suspira profundo y deja que el aire llene sus pulmones. El aire está tibio de sol y húmedo de agua. El Gran Chamán siente que el aire le renueva, le da conocimiento y sabiduría. Mira hacia el Norte, extiende su mano al viento, toma aire y dice con voz potente: “Aire es mi aliento. Aire es el elemento de la palabra y la melodía musical, del arco iris y el perfume de las plantas. Aire es el elemento en que fluye el pensamiento, flotan las ideas y alimenta la poesía”. Y sopla con fuerza el aire hasta mezclarlo con la tibia luz del sol del amanecer. Desde entonces el aire se asocia con lo femenino de lo masculino.
El Gran Chamán se recuesta para descansar y escarba con su mano en el suelo hasta llenarla de tierra. La tierra está húmeda de agua y tibia de sol. El Gran Chamán sabe que la tierra produce la cosecha, recompensa el trabajo y madura los frutos. Tiende su mano llena de tierra hacia el Oeste y dice con voz potente: “Este es el elemento de lo oculto, el misterio y el secreto. Es el elemento de lo interno y lo oscuro, de lo que no se ve con los ojos. En la tierra muere la semilla para nacer en planta, luego de llenarse de sol, agua y viento. En la tierra se forman los cuerpos y se produce el cambio y el crecimiento de la vida.” Desde entonces la tierra se asocia con lo masculino de lo femenino.
A lo largo del día y de los días el Gran Chamán incita a los hombres y a las mujeres para que mezclen los cuatro elementos y de las manos de los hombres y de las mujeres aparecen formas y seres diversos. Desde los más simples hasta los más complejos. Se crea así la música y la poesía, los hijos y los nietos. Aparecen la agricultura y los instrumentos de labranza. Se moldea el cobre y se funde el bronce. El Gran Chamán se alegra porque de la mano de las mujeres y de los hombres los cuatro elementos se mueven, se transmutan y crecen. El Gran Chamán inventó la danza y los tambores para animar la tarde antes de la noche en que todos descansan.
Finalmente, en la noche de todos los tiempos, el Gran Chamán sueña y en el sueño imagina los dioses, dioses del agua y del volcán, de la gruta y el océano, de las tormentas y el viento, de las estrellas y el cielo. En la noche antes del amanecer, el Gran Chamán, sopla viento con soplo potente y siembra dioses en el corazón de cada uno de los hombres y mujeres, de las mujeres y hombres de toda la tribu. Les da forma con tierra húmeda de sueños, los calienta con fuego en la noche, con sol en la mañana y les da voz que susurra en cada uno de los hombres y mujeres, de las mujeres y los hombres: “Carne mi tierra, agua mi sangre, aire mi aliento y fuego mi espíritu”.